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TRAVESÍA

¡Relatos del tiempo!

mes

febrero 2024

Sueño ser humano

Guardé esta foto por un largo tiempo. La tomé el 20 de marzo del 2022 en las entrañas del metro Tacuba. Ahí hay una galería desde hace varios años, a veces ocupada con exposiciones y otras, las más, está vacía y, bueno, con la vorágine que consume en la Ciudad Monstruo, hay mucho que pasa desapercibido.


Regresando a la foto: entonces la mantuve encapsulada entre el mar de bites, en el limbo de la red. No sé si lo hice por pura desidia o por todo el simbolismo que ahí veo —ahora, a la distancia, con nuevos matices— y que me provoca gran nostalgia…

p.e. En tanto que las nuevas conexiones neuronales —impuestas o no— se van desarrollando a través de las nuevas generaciones, se provocan otras inflexiones y puntos de contacto; las anteriores se van diluyendo hasta perderse quedando en el puro recuerdo de unos cuantos, con otros vínculos ligados al mero espacio sonoro y de los sueños.


Ahora la comunicación humana —frente a frente— pareciera no tan necesaria. El nuevo ser humano se encadena a otros métodos —sobre todo tecnológicos— para “estar cerca, presente” y optimizar al máximo el tiempo productivo. La acción lingüística y corporal se disponen a otro plano.

“Sueño a ser humano” podría llevar por nombre está imagen. Efecto que me remite al cuento escrito por Isaac Asimov, “El hombre bicentenario” o, a “Yo, robot”, del mismo autor.


Me queda la siguiente reflexión:
¿En la búsqueda de Ser hay que dejar esa condición atrás?

Periferia, cerca la Mujer que Lucha, al amanecer, Ciudad Monstruo, febrero 24

P.d. Aún leo voces y escucho palabras que suenan a otros tiempos, tal vez, sólo tal vez, sigan acá los mismos fantasmas.

[Publicado en Conversatorio ético, estético y político el 27 de febrero del 2024].

Miradas

Estás.

Cuelgas de un espacio en blanco, frío. Nos miras pasar. Levantas la voz. Nadie escucha. Siguen caminando con la mirada  diluida en el piso, con el desprecio en los hombros, en los labios.

Llegaste ahí creyendo en que  cambiaría.  ¡Mentira!  Quienes te trajeron acá son los mismos profetas, hipócritas, sin alma y, tú, estás.

Nos miras pasar. Sientes la soledad que cala. Te llega a las entrañas y gritas. Nadie escucha. Es común de donde vines y, ahora, a donde vas: desprecio.

Saliste, de donde vienes, para ser, para tener un rostro, a cambio sólo te dejaron ahí: colgada de un espacio en blanco, frío.

…como todas las, borrosas, fotografías.

[Publicado en Sombra del Aire y Molino de Letras el 16 y 19 de febrero del 2024]

Santo contra los vampiros, momias, mesías u otro fantasma…

Escribía, la semana pasada, el artículo anterior (¡Creo que vi un fantasma!) y escuché que un día antes había sido el cuadragésimo aniversario luctuoso de aquella leyenda de la lucha libre mexicana: Santo, el enmascarado de Plata, emblema de la cultura mexicana, así como súper héroe de ficción; entonces un montón de recuerdos se asaltaron.

n.e. Alrededor sólo la noche suena. Es el momento preciso para que todos esos seres fantásticos, míticos, o como sea que se cataloguen en diferentes tradiciones, se presenten y materialicen —en la mente o misteriosamente se sientan presencias—, sin embargo, estoy seguro que, al rescate, un héroe enfundado en una máscara plateada se aparecerá para salvar al mundo.

Cuando niño jugué con un muñeco de Santo —era de plástico y sólo estaba en guardia—, a pesar de ello las épicas luchas, la esperanza y todo lo que la imaginación podía proveer no se detuvo. Años después comencé a ver sus películas.


Es curioso, pero, no me llamó la atención “ir a las luchas”. Éstas no me provocaban la misma magia que ver, en la pantalla, a los luchadores: Santo, Blue Demon, Mil máscaras, Rayo de Jalisco, El Cavernario Galindo, Huracán Ramírez.


Aunque, tanto en el ring como en la película, la lucha era de buenos contra malos (rudos contra técnicos), la narrativa en el cine era otra. Se combinaba el relato de novela negra, donde el detective, en este caso Santo, buscaba desenmarañar por todos los medios el misterio y derrotar al inminente peligro que acechaba al mundo. Éstos medios implicaban el apoyo de la ciencia —ficción de aquella época. Ahora ya es posible hablar con alguien usando un reloj de pulsera—, algunos artilugios místicos y esotéricos, así como uso de autos clásicos descapotados que permitían lucir las capas al contacto con el viento. El laboratorio del Enmascarado de Plata era el lugar donde se llevaba a cabo la investigación, el atar cabos, la opinión de antropólogos, historiadores, religiosos se escuchaban. Esta parte era la que sostenía la trama, se vertían los elementos reales que sostenían el guion.


Desde el punto de vista técnico, pues, eran películas, sobre todo las primeras, de muy bajo presupuesto, por tanto en algún momento de la transformación del vampiro en murciélago se notaban los hilos que hacían volar a éste último o que era una figura de plástico; el propio laboratorio y sus herramientas daban cuenta de lo mismo. Considero que dentro de todo había un pincelazo de inocencia, sin embargo, estos elementos llevaron al cine de luchadores a traspasar el celuloide y, como dije líneas arriba, a influir en la cultura mexicana.

La música, particularmente el surf, es un claro ejemplo: tanto las bandas como sus seguidores usan máscaras, por ejemplo, Los Straitjackets o Los Esquizitos o Los Acapulco, por mencionar algunos.

A la modalidad del streaming también llegó la influencia: en la serie The Strain (La Plaga, 2014) creada por Guillermo del Toro, en capítulo 4 de la temporada 2, presenta “El Ángel de Plata” que es una total referencia al cine del que hablo. Al comienzo de este episodio vemos al Ángel luchando contra los vampiros en la clásica atmósfera que he comentado antes.

Hoy ya no tengo ese muñeco del Santo, pero sigo viendo sus películas con luz apagada, la emoción de cuando niño sigue latente.

Periferia, Ciudad Monstruo, “la de a caballo, el tope suicida”, febrero, 2024

qp.d. A propósito de Los Esquizitos, Santo y lunave, para escuchar.

[Publicado en  Conversatorio ético, estético y político el 13 de febrero del 2024]

¡Creo que vi un fantasma!

[…] cuentan, algunos, que en la calle Madrid está la cápsula donde los viajeros hacen contacto.

Tomé esa foto por la mañana camino al trabajo. Hacía frío y estaba nublado. Vi a la mujer de la imagen pasar frente a mí. Algo parecía reclamar. No me acerqué tanto como escuchar con claridad. Me sorprendió y también sentí un poco de miedo. La poca gente a mi alrededor parecía no verla o, tal vez, ella era ya un personaje conocido.


Ella se detuvo frente a otra fotografía, la que le tomaron a la pintura de Juan O’Gorman, titulada División del Norte, donde aparece Pancho Villa y Felipe Ángeles, colgada en el supuesto recinto de la pluralidad, democracia y, claro, el lugar que representa al pueblo, pero, bueno, ese es otro fantasma.


Ella, primero, la miró por unos minutos con reverencia, después, como si algo se encendiera en sus entrañas, como si un compromiso siguiera pendiente, se cruzó el reboso en el cuello y comenzó a manotear, a exigir. El viento despeinó su larga melena negra dejando al descubierto algunas canas, le dio un nuevo acomodo al rebozo morado y se cubrió la cabeza.


A quién, sino, que al mismo general Villa para hablar derecho, pa’ contarle que aquello por lo que luchó sigue en deuda —y no por él—. Que la traición es característica de los bonitos del traje.


Ahora que lo pienso, más que un reclamo, podría ser el parte de guerra. Ella llegó ahí, tal vez usando la cápsula con ese propósito. Migró para denunciar, como tantas otras voces y como tantas otras siguen sin ser escuchadas, sin embargo, no claudican, ni se venden, ni se rinden.

O, tal vez, Ella, sólo paso por ahí…
O, tal vez, Yo¸ sólo “veo fantasmas” y moros con tranchete…

El sexto sentido, Periferia, Ciudad Monstruo, los tamales ya fueron, febrero 05/2024

p.d. Para escuchar qué tal Carabina 30, 30, primero, después su evolución, la que suena duro allá por el sureste mexicano.

[Publicado en Conversatorio ético, estético y político el 06 de febrero del 2024]

Con el tiempo y los pasos, el contraste

Siete de la mañana —a veces diez minutos antes, a veces menos, otras veces más— saliendo del metro Revolución, en plena Ciudad Monstruo, luego de un viaje de 30 minutos desde la periferia, como una epifanía: el café de carrito.

n.e. el carrito en realidad es un triciclo ya motorizado —en el mayor de los casos— en el que se distribuye además de esa negra bebida o té calientes, el socorrido pan dulce.

El vapor del agua hirviendo y el estilo particular para mezclar azúcar o crema o leche o todo junto servido en un vaso desechable decoran la avenida México–Tenochtitlan, antes México-Tacuba —según el humor de los “políticos mexicanos”.
No sólo, caminar por esos rumbos te llevarán con la doñita que fríe, en aceite, tamales de varios estilos; tortas sui generis, pan chino de manos mexicanas; pollos rostizados; reparaciones, flexeos y micas para celular; guantes, bufandas y lentes de marca. No sin antes, una central camionera improvisada dentro de un pequeño local con destinos a la ciudad de Oaxaca por la módica cantidad de 330 pesos el viaje sencillo o 550 viaje redondo —ésto, ya, en la calle José María Iglesias—. Tacos de arrachera, bistec y cortes argentinos, “El Tío”; cocinas económicas —de las cuales he probado algunos platillos—; cabinas sexuales clandestinas.
A este folclor no podía faltarle la “clase política”, el sindicalismo charro y los hoteles de paso —Vallarta, Av. muestra un excelente catálogo.
¿Restaurantes? ¡Claro! El Sep´s, por ejemplo, en Insurgentes y Antonio Caso, donde se reunían José Emilio Pacheco y Gabriel Zaid para hablar sobre el libro de José Carlos Becerra: “Nuestras reuniones de entonces son para mí una utopía de la amistad literaria, conversaciones de muchísimo aprendizaje. Nos reuníamos todos los lunes en un lugar nada literario”.

n.e. esa cita la tomé del artículo “Una amistad literaria” escrito por José Emilio Pacheco publicado el 1 de enero de 2024 en la revista Letras Libres.

Aquí te dejo, me acerco al Templo de “la honestidad, la pluralidad y la democracia”. ¿Lo dudas?, le llaman el senado de la República.


¡Creo que vi un fantasma!

En el mero corazón de la Ciudad Monstruo, embarrando de consuelo las calles y más cerca de los tamales, enero, 24/2024

p.d. no estaría mal que releyeras estas líneas, pero, ahora, acompáñate de una rolita: Ciudad perdida de La Revolución de Emiliano Zapata —y no es premonición—.

[Publicado en la revista Conversatorio ético, estético y político el 25 de enero del 2024]

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